
Todo empezó cuando el 20 de enero de 1958 la revista infantil de Editorial Bruguera, «Pulgarcito», presentaba a dos detectives privados muy peculiares debido al genio humorístico de un tal Ibáñez. Francisco Ibáñez, un barcelonés nacido en 1936 que antes de dedicarse a dibujar a destajo para Bruguera trabajó en el Banco Español de Crédito, decidió en 1957 vender su alma a la editorial más poderosa del momento.


En aquellos comienzos, aunque lucían unas figuras ligeramente diferentes a las actuales, iniciaron su andadura como reyes del disparate. Mortadelo portaba un paraguas, iba tocado de bombín como correspondía a su larga levita y ya se disfrazaba. Filemón, que nació siendo jefe, también llevaba sombrero y fumaba en, pipa. Tal vez Ibáñez buscaba una parodia a la española de Holmes y Watson, lo que no imaginó es que sus historietas alcanzaron el favor del público a pesar de una censura que recomendaba no representar mujeres para que los niños no tuviesen malos pensamientos.
Los años 70 son la edad de oro de la pareja protagonista. La aparición de las publicaciones «Mortadelo», «Super Mortadelo» y «Mortadelo Especial» llevan a su editorial a la cumbre de las ventas. Con la muerte de Franco desaparece la censura, pero Ibáñez continúa con el mismo modelo de aventuras aunque internacionalizando las misiones. En 1978, Mortadelo y Filemón viajan a los Mundiales de Fútbol de Argentina, y, en 1980, a las Olimpiadas de Moscú. Desde entonces no han faltado a las citas deportivas internacionales. Los últimos tiempos han visto la incorporación del primer personaje femenino: Ofelia, una Monipenny rotunda que hace las veces de secretaria de la T.I.A. y de eterna enamorada de Mortadelo.
Ibáñez ha cumplido los 70 años. Cuando le han preguntado acerca del futuro de Mortadelo y Filemón ha declarado que no le gustaría que muriesen con él, que alguien debería coger el relevo. Pero, ¿somos capaces de imaginar a estos dos agentes secretos sin el sello inconfundible de Francisco Ibáñez en la esquina de la página?
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