miércoles, 18 de mayo de 2016

Historias de fantasmas Mayo 2016

Hoy hablaremos del insaciable Tarrare. No es un fantasma, pero es un caso muy extraño que ocurrió a finales del siglo 18.

Tarrare fue un hombre francés que no podía dejar de comer y que vivio entre 1772 y 1798. Se dice que tenía una boca increíblemente grande, con dientes manchados y que, supuestamente, su cuerpo emanaba vapor. Sus padres le echaron de casa siendo adolescente porque no podían mantenerle. Comía cualquier cosa, incluidos animales vivos, piedras, cubertería, cualquier cosa que cayera en sus manos. El ejército francés incluso trató de darle trabajo como mensajero para que hiciera contrabando de documentos comiéndoselos.

Una vez hospitalizado intentaron hacerle unos experimentos. Durante la prueba, consumió lo equivalente a quince comensales, además de devorar a gatos, serpientes, lagartijas y perros pequeños, todos ellos con vida. Tras pasar una mala experiencia como prisionero de guerra, decidió someterse a cualquier procedimiento que le erradicara ese apetito voraz que tenía, por lo que se le trató con láudano, píldoras de tabaco, vinagre y huevo cocido. Sin embargo, ninguno de estos funcionó y no se pudo mantenerlo en una dieta equilibrada. Se dice que llegó a tragarse una anguila viva, sin masticarla, a beber sangre de los heridos y comerse las cataplasmas, y finalmente, tras la misteriosa desaparición de un bebé, lo sacaron del hospital y de la milicia. Una sospecha razonable, ya que le habían descubierto intentando comerse cuerpos muertos en la morgue en diversas ocasiones.

Apareció en un hospital de Versalles en 1798 manifestando fuertes dolores abdominales. Él creía que la causa de su malestar residía en un tenedor de plata que se había tragado, pero se le diagnosticó una tuberculosis en fase terminal y, después de una terrible diarrea, finalmente murió. La autopsia reveló una deformación de la amígdala, una parte del cerebro, que podría ser la causa de su hambre insaciable, y un esófago inusualmente grande. El hedor de la descomposición era tal que los médicos no pudieron seguir examinándolo y se enterró rápidamente el cadáver.

A pesar de su fama en la historia no quedó el registro de su verdadero nombre y ningún médico fue capaz de encontrar la causa de su apetito ni curarlo... Un expediente X.

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