miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿Qué sucede con tu vida digital cuando mueres?

El otro día pensando me vino a la mente una cosa que realmente no sé cómo contestar. Ahora, en el mundo en el que vivimos todos tenemos una o dos cuentas de correo por lo menos, una red social a la que estamos unidos: Tuenti, Facebook,..., un sitio onde dejamos las fotos, o incluso, algunos, como el mendas, tenemos un Blog. El día que la palmemos, ¿qué sucede entonces con todos esos contenidos? ¿A quién pertenecen a partir de entonces? ¿Y qué pueden hacer los herederos al respecto?

La revista Time investigó hace poco lo que algunos populares servicios de Internet hacen exactamente con las cuentas de los difuntos. Las cuentas de Windows Live Hotmail, por ejemplo, expiran pasados unos meses, pero los familiares pueden pedir una copia de los correos del fallecido mostrando un certificado de defunción y demostrando que cuentan con poderes legalmente para ello. En Facebook los familiares pueden pedir que las cuentas se pasen a un estado especial llamado «memorial», donde no se puede añadir información ni cambiar el estado de la cuenta, aunque también pueden pedir el borrado de la cuenta y contenido.

Otras empresas como Yahoo optan por mantener siempre la confidencialidad de las cuentas de correo: si alguien fallece y no ha revelado su contraseña a nadie más, su cuenta queda simplemente inactiva. Tan solo en algunos casos en los que se ha recibido una orden judicial han entregado los materiales del buzón de correo a los familiares. Esto a veces es importante de cara a investigar las causas de la muerte, reclamar seguros o investigar sus propiedades.

En España la conocida red social Tuenti tiene una política clara al respecto: en el momento en que un familiar acredita el fallecimiento de una persona se da de baja la cuenta, junto con todo su contenido. Esta solución es tal vez la más drástica, pero la que menos problemas le causa a las empresas.

Y, finalmente, un recordatorio para quien tenga previsto dejar un testamento digital: no dejarlo guardado dentro del ordenador… detrás de una contraseña. No sería la primera vez que se produce ese «inevitable bucle sin solución» y el difunto se lleva consigo todo lo que pretendía dejar para la posteridad.

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