Conforme subíamos la niebla era más densa, había más nieve,... Parabamos en las estaciones de esqui. El frio cuando abrían las puertas cada vez era más fuerte. Parecía que hacía un viento y las cosas se ponían muy chungas. Y efectivamente cuando llegamos a una pista de esqui llamada Rotenboden a 2800 metros, dijeron que el tren no seguía más. Jorge dijo de salir y ver si veíamos algo. Cuando salimos del tren yo no había pasado tanto frío nunca. Y no se veía nada de nada. De repente se fue el tren para abajo, yo no sentía los dedos. Hacía - 9ºC, pero con ese viento la sensación termica sería de menos grados seguro. Y decidimos bajar de nuevo. El hombre que estaba allí le dijo a mi hermano "No more trains". ¿Cómo? La gente podía bajar esquiando, pero nosotros... ¿Cómo bajaríamos? El hombre nos señalo un cobertizo. Yo estaba en la puerta golpeandola con las manos para volverlas a sentir cuando alguien dentro abrió la puerta. Entramos en la especie de casa. Era una habitación y por lo menos había calefacción. Allí nos unimos como cuatro grupos. Dos mujeres que iban andando con raquetas, una familia de esquiadores (los que nos abrieron la puerta), un hombre que parecía que iba solo y tres amigos. Fuera un reloj apuntaba la hora del siguiente tren, pero cuando llegó la hora volvío a cambiar al siguiente y ni rastro de tren. La familia, los amigos y el hombre se lanzaron por la pista con sus esquies y nos quedamos con las mujeres de las raquetas. Jorge salió y volvió a preguntar al hombre. "No more trains", pero esta vez seguido de "¿En todo el día?". "No tranquilos yo os aviso cuando venga". Esperamos en el cobertizo una hora más. Aprovechamos para comer y aunque hacía calor, mis pies estaban helados. Al final nos avisó de que venía un tren. Aún estuvimos esperando en unas condiciones no muy buenas 5 o 10 minutos. Y por fin apareció el tren que nos bajaría de allí. A nosotros, a las mujeres e incluso a los hombres que estaban cuidando la pista. El tren también iba lleno de gente, gente que se había quedado como nosotros atrapados en la zona alta, Gornergrat, a la que al final nosotros no llegamos.
Después de nuestra pequeña aventurilla bajamos a Zermatt de nuevo y paseamos por el pueblo. El siguiente tren teníamos en veinte minutos y Jorge se pusó un poco nervioso, porque pensaba que lo perdíamos. Pero al final lo cogimos sin problemas. El pueblo era muy bonito. Pero me gustó mucho más cuando callejeamos y nos fuimos de la calle principal ya que era para mi demasiado turistica. MaCDonalds, hoteles, tiendas, restaurantes,.. Aún así tenía mucho encantó y el paisaje era increible. Pena que no se veía el Matterhorn como en un día normal. Aunque por lo menos en Zermatt volvimos a 0 grados o así o incluso más y pudimos sentir los pies y las manos de nuevo.
De Zermatt nos encaminamos a Interlaken, que como su propio nombre indica es un pueblo que está entre dos lagos. Volvimos a ver un paisaje desde el tren increible y me pase mucho rato del viaje intentando hacer fotos artisticas. ¿Qué os parece la que pongo? Está bien, eh?
Después vimos un lago, que sería uno de los que estaban al lado del pueblo y paramos en la estación oeste del pueblo. Cuando salimos parecía un pueblecito bonito, al pie de las montañas. Vamos donde vivía Marco en una humilde morada... Desde allí andamos un poco para ir a ver el otro lago. El paseo estuvo muy bien. Las montañas nevadas nos rodeaban y la tranquilidad era absoluta. Salimos de Interlaken y entramos en otro pueblecito más pequeño aún, en donde estaba el lago. Cuando llegamos allá el lago era precioso. Además nos encontramos con unos cisnes. Las casitas, las montañas, la tranquilidad, ... Fue una de las cosas más chulas que vi en Suiza.
Estuvimos una media hora y volvimos al pueblo en autobús. Después de comprar alguna cosa en el Coop (Eroski de Suiza, pero en caro) fuimos dando un paseo y viendo los rincones del pueblo de la estación Oeste a donde habíamos llegado a la estación Este donde cogeríamos el tren para volver a Basel.
Realmente el pueblo no tenía grandes monumentos, ni torres, ni fuentes,... Tenía casas de madera, puentes sobre el rio. Las motañas alrededor que lo convertían en todo un paraiso y esta vez no fiscal como Zürich.
Destacar la vaca que sobresale de la casa, los hoteles de madera en la calle Höheweg con la svistas a las montañas,...
Después de aquel día tan fantastico cogimos el tren y volvimos a Basel. Yo le dije a Jorge a ver si quería ir a ver el carnaval, pero el tenía pocas ganas. Así que fuimos a descansar.
Estos son dos de los sitios que os recomiendo visitar si vaís a Suiza. ¡¡No os los perdaís!!
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