martes, 18 de diciembre de 2007

Un pequeño paraiso

Yo no soy mucho de playa y cuando estas dijeron que ibamos a ir a una isla cerca de Salvador de Bahia, que había playas y nada más me entró un poco el miedo de aburrirme allí tirado en la arena. Pero lo que no sabía era que no iba a ser sólo playa, además qué playas!! Encontramos un pequeño paraiso en la tierra.

A dos horas de Salvador está la isla "Ilha de Tinharé" y en ella una zona llamada Morro de Sao Paulo, a dos horas en Catamaran (bueno a las lanchas les llaman catamaranes allí). Un lugar muy turistico con 300 posadas o albergues, tiendas de regalos y restaurantes, chiringuitos,... Y todo esto con 4 playas. Pero nosotros no ibamos a Morro, sino a otra zona de la misma isla, Gamboa. Cuando llegamos al puerto de Morro tuvimos que coger una nueva lancha para ir hasta Gamboa.

Y para mi fue Gamboa el paraiso. Gamboa es un pueblecito de pescadores, con unas playas caribeñas, aguas calientes, transparentes,... La gente era super maja, no te daban la pelmada como en Salvador.
Allí en el puerto de Gamboa nos esperaba Andrea que era un italiano que se hacía cargo de la posada Gemeos que era donde ibamos a dormir. La posada es de uno de Bermeo o Getxo. Ahora mismo no me acuerdo. Y estaba andando por la playa a unos 15 minutos del pueblo de Gamboa. Cuando llegamos conocimos a Cristina que era la pareja de Andrea y que estaba embarazada. Parecía madrileña por lo bien que hablaba, pero era italiana y había estado viviendo tres años en Madrid. Y conocimos Gemeos. Es una posada super chula. Con habitaciones de dos y una grande. Con baño, por lo menos la nuestra, lavabos, con la playa nada más salir de la playa.

Al lado de la posada había como un acantilado donde había arcilla rosa y amarilla. Andrea nos dijo que la gente se embadurnaba de arcilla y después se lavaba y que la piel se quedaba muy bien. Dicho y hecho fuimos a darnos arcilla. Nos revolvimos como los cerdos en el barro. Parecíamos niños. Hasta Ana se hizó una nariz con la arcilla como si fuera una bruja. También mientras se secaba la arcilla estuvimos haciendo nuestras propias figuras de arcilla. Una vez que nos lavamos ciertamente la piel se quedaba muy bien.

Después de una comida a cargo de Andrea, que es cocinero y nos hizó una pasta casera con pescado y con carne (de dos tipos porque no nos podíamos decidir cuando nos dijo la carta) nos echamos una siesta en la zona de hamacas. A mi ese sitio me encantó. Me gustan las hamacas, pues allí viendo la playa y balanceandonos, fue una de las siestas que más agusto me he echado en mi vida (la verdade es qe también estabamos cansados).



Luego de prepararnos fuimos andando a Morro. La marea tenía que estar baja y costaba como 20 minutos. Vimos el atardecer un poco antes de salir. Maravilloso!! Además fuimos acompañados de Cristina, Andrea y un amigo italiano de estos que también estaba en la posada, nosotros lo llamamos el "amigo tonto de Nothill Hill" por una historia que pasó a la noche y que luego contaré.

Nos llevaron a cenar a un sitio super barato donde comimos un escalope de frango (pollo en portugues) con pure de patatas (bueno también podías acompañarlo con patatas fritas) y arroz. Nos llenamos y estuvimos hablando en la mesa que nos prepararon en la calle. Ellos nos dijeron que Morro había sitios caros, pero que ellos siempre iban a este que era más casera la comida y más barato. Y realmente acertaron. Después de un postre por la calle y ver el ambiente con las tiendas abiertas hasta tarde y la gente por la calle, Andrea, Cristina y el De "Nothing Hill"se fueron en un barco a Gamboa. Nosotrso dimos una vuelta más por Morro, pero volvimos prontico también porque queríamos aprovechar el día siguiente.

A la vuelta cuando Maider subía por las escaleras de la posada y después de haber andado por la playa a oscuras bajo un cielo imprsionante lleno d estrellas, la mascota de la posada, un sapo saltó a la escalera y Maider no se atrevía a pasar. Al final fuí yo con una botella, y mientras estas se reían que yo no hacía nada y así, debió salir Enrico (el italiano al que llamabamos el tonto de Nothing Hill) en calzoncillos abanderados y con un palo pensando qu ehabía alguien que quería robar. Al parecer estaba muy dormido y al final dijo buenas noches y dandoles un beso se fue a la cama. Yo mientras tanto ya había quitado el sapo de la escalera, pero fue una pena que me lo perdiera ya que parece ser qu efue muy parecido a la peli. De todos modos ese italiano era un poco especial no hablaba mucho, miraba raro,...

Finalmente y riendonos de lo absurdo de la anecdota nos metimos a la cama para madrugar al día siguiente y hacer un montón de cosas. No nos esperabamos que un pequeño incidente cambiaría las cosas del día siguiente.

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